Saludos cordiales moter@s. Quiero evitaros el mal rato que pasé ayer por la noche relatando aquí y ahora una experiencia que jamás podré borrar de mi memoria mientras viva. Cerca del momento de ir a dormir empecé a escuchar unos ruidos extraños; primero eran como unos suspiros profundos y a medida que pasaban los segundos terminaron siendo unos lamentos tremendos. Dichos sonidos me llevaron hasta el garaje de mi casa y al abrir la puerta descubrí, con gran sorpresa por mi parte, que dichos lloros, ahora ya desgarradores, eran producidos por mi moto...si, estáis leyendo bien. Era mi querida y amada máquina la que se deshacía entre lagrimas. Me acerqué a ella y traté de consolarla abrazándola con ternura, la pobre no entendía como podía llevar más de tres días sin que un servidor le prestara la debida atención y mucho menos aún que la arrancara y nos diéramos una vuelta.
Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no romper también en llanto y traté de explicarle el porqué de mi actitud. Me costó lo mío que lo entendiera pero al final logré calmarla. Tuve que prometer que todas las noches antes de irme a dormir pasaría por el garaje para darle las buenas noches y un besito al menos. También sirvió para calmarla el hecho de organizar mentalmente juntos nuestras próximas aventuras. En fin gente, no quiero alargarme más pero me gustaría que esta dura experiencia os sirva para pensar que ellas están ahí y no cuesta mucho un gesto, un abrazo, una carantoña, al menos durante los días que nos veamos obligad@s a permanecer en dique seco. No la olvides...ella no lo haría.
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